jueves, 25 de febrero de 2010

La impunidad del sagrado motor


Los derechos humanos se humillan al pie de los derechos de las máquinas. Son cada vez más las ciudades, y sobre todo las ciudades del sur, donde la gente está prohibida. Impunemente, los automóviles usurpan el espacio humano, envenenan el aire y, con frecuencia, asesinan a los intrusos que invaden su territorio conquistado. ¿En qué se distingue la violencia que mata por motor, de la que mata por cuchillo o bala.
Este fin de siglo desprecia al transporte público. Cuando el siglo veinte estaba cumpliendo la mitad de su vida, los europeos utilizaban trenes, autobuses, metros y tranvías para las tres cuartas partes de sus ires y venires. Actualmente, el promedio ha caído, en Europa, a una cuarta parte. Y eso es mucho, si se compara con los Estados Unidos de América, donde el transporte público, virtualmente exterminado en la mayoría de las ciudades, sólo cubre el cinco por ciento del transporte total.
Nunca tantos han sufrido tanto por tan pocos. El transporte público desastroso y la ausencia de carriles para bicicletas hacen poco menos que obligatorio el uso del automóvil privado, pero, ¿cuántos pueden darse el lujo? Los latinoamericanos que no tienen coche propio ni podrán comprarlo nunca, viven acorralados por el tráfico y ahogados por el smog. Las aceras se reducen o desaparecen, las distancias crecen, hay cada vez más autos que se cruzan y cada vez menos personas que se encuentran. Los autobuses no sólo son escasos: para peor, en la mayoría de nuestras ciudades, el transporte público corre por cuenta de unos destartalados cachivaches, que echan mortales humaredas por los caños de escape y multiplican la contaminación en lugar de aliviarla.
La cantidad de automóviles crece y crece en las babilonias latinoamericanas, pero esa cantidad sigue siendo poca en relación con los centros de la prosperidad mundial. Los Estados Unidos y Canadá tenía, en 1995, más vehículos motorizados que la suma de todo el resto del mundo, exceptuando Europa. Alemania tenía, ese año, tantos autos, camiones, camionetas, casas rodantes y motocicletas como la suma de todos los países de América latina y África. Sin embargo, en las ciudades del sur del mundo, mueren tres de cada cuatro muertos por automóviles en todo el planeta. Y de los tres que mueren, dos son peatones. Brasil tiene tres veces menos autos que Alemania, pero tiene también tres veces más víctimas. Cada año ocurren, en Colombia, seis mil homicidios llamados accidentes de tránsito.
Modernización, motorización: el estrépito de los motores no deja oír las voces que denuncian el artificio de una civilización que te roba la libertad para después vendértela, y que te corta las piernas para después obligarte a comprar automóviles y aparatos de gimnasia.

Eduardo Galeano. "Patas arriba. La escuela del mundo al revés".

No hay comentarios: