¿Fue fácil convencer a la gente de cambiar sus prácticas?
Debido al amplio rango de problemas creados por la sobredependencia en los vehículos, mucha gente y organizaciones trabajaron para solucionarlo. Tuvimos que vencer los prejuicios tanto entre el público como en el gobierno de que la bicicleta era un juguete destinado sólo a la recreación. También tuvimos que luchar contra el miedo de la gente al tráfico; que permanece, al igual que los choques de carros, como el mayor asesino de la gente saludable (200 muertes en Oregon y más de 40 mil en Estados Unidos cada año). Pero una vez que la gente sabe lo cómodo que es manejar bicicleta, atrae a más personas y nuestra tasa de ciclismo en Portland ha crecido 400% en los últimos ocho años, con 6% de viajes de trabajo. En algunas partes se reporta más de 10% en invierno y casi 30% en verano.
¿Como ves la posibilidad de algo similar en Latinoamérica?
Los argumentos para impulsar el uso de bicicleta son los mismos en Latinoamérica como en los Estados Unidos. Las bicicletas son económicas, prácticas y divertidas. Bicicletear mejora la salud, disminuye el tráfico y la contaminación y puede ser acondicionado en la infraestructura existente sin ningún gasto adicional. Es una política que no tiene pierde en ninguna ciudad.
Con el incremento del precio del petróleo, las bicicletas ofrecen una de las mejores soluciones a la movilidad urbana, si proveemos de seguridad, facilidades y educación a los automovilistas para que respeten a los ciclistas. Las ciudades exitosas que conozco con Riobamba, en Ecuador; Bogotá, en Colombia y Santos en Brasil. Muchas otras ciudades en Latinoamérica están cerrando calles para usarlas como una suerte de ciclovía durante los fines de semana, pero continúa el reto de generar un ciclismo seguro durante el resto de días.
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